Lo que aprendí de las geishas
Escribo esta carta desde Matsumoto, la puerta a las Montañas Hida: una cordillera que bordea las prefecturas de Nagano, Toyama y Gifu.
El plan de hoy era visitar el Castillo Negro, recorrer Nawate o la calle de las ranas y hacer una ruta de senderismo, pero una cortina de lluvia intensa nos ha obligado a terminar el día antes de tiempo. Nos quedamos sin monte :(
En el futuro me encantaría viajar a Japón solo para transitar los Alpes Japoneses (que, ojo, es el nombre oficial para referirse a la cadena montañosa completa después de que un misionero británico se refiriera así a ellas en sus escritos; nadie se libra de los europeos), para subir el Fuji (aunque seguro que hay otras igual de bonitas y más solitarias), realizar el Kumano Kodo (similar a nuestro Camino de Santiago) o la peregrinación de Dewa Sanzan (tres cimas a las que se les atribuye el nacimiento, la muerte y la resurrección en la doctrina shugendō, una mezcla entre budismo, sintoísmo y taoísmo). Soñar es gratis, ¿no?
El caso es que la lluvia nos ha permitido disfrutar del castillo y de las ranas de Nawate pero no de la ruta, así que aprovecho un ratito en el hotel antes de cenar para extenderme un poquito más sobre las geishas y sobre Gion Kobu, el barrio mítico de Kioto.

Cuando viajo, me gusta llevarme al menos un libro sobre el país que visito. En este caso es una relectura: Vida de una geisha de Mineko Iwasaki. En TikTok conté que su autora, considerada una de las mejores geishas de todos los tiempos, escribió su biografía en respuesta a la novela Memorias de una geisha de Arthur Golden por difamación. Diría que es uno de mis libros favoritos. Lo leí por primera vez en 2014, por las tardes, en la biblioteca Yamaguchi de Pamplona. Tengo buenos recuerdos leyendo arrugada en una butaca y en los bancos del parque japonés.
Mineko Iwasaki relata su vida desde que comenzó sus estudios en arte a los cinco años hasta que lo dejó a los veintinueve. Lo cuenta todo: vivencias agradables, anécdotas divertidas, el significado detrás de cada tocado, kimono, baile. Lo recomiendo para comprender en profundidad la intención japonesa. Debe de ser difícil encontrar el equilibrio entre progreso y tradición.
Total, que me apetece compartir varias citas. ¡Espero que te gusten! Esta primera explica de dónde viene la falsa creencia de las geishas como trabajadoras sexuales:
En 1872, un barco peruano llamado María Luz atracó en el puerto de Yokohama. Transportaba a un grupo de esclavos chinos, que consiguieron escapar y pidieron asilo al gobierno Meiji. Este, alegando que Japón no reconocía la esclavitud, los dejó libres y los repatrió a China, lo que suscitó airadas protestas de las autoridades peruanas, que acusaron a Japón de tener su propio sistema de esclavitud encubierto, ya que autorizaba a las mujeres a trabajar en barrios dedicados al placer. El gobierno Meiji, que estaba empeñado en probar a todo el mundo que Japón era un país moderno, se mostraba sensible en extremo ante la opinión internacional. Por lo tanto, y a fin de acallar a los peruanos, promulgó la Ley de Emancipación, que abolía las condiciones de servicio (nenki-boko) que regían el trabajo de muchas mujeres. Pero, en el proceso, los papeles de las oiran (cortesanas) y las geishas (animadoras) comenzaron a vincularse y acabaron por confundirse, un error que sigue vigente.
Ahora ya puedes contar que, en esencia, las geishas eran maestras del entretenimiento y de la conversación. Nunca prostitutas.
A la geiko se la contrata para que entretenga al anfitrión o anfitriona del ozashiki y a sus invitados, ya que su misión es complacer a la gente. En cuanto entra, debe acercarse a la persona que esté sentada en el lugar de honor y entablar conversación con ella. [...] Si su rostro refleja que no soporta a ese individuo, no merece ser una geiko, ya que su trabajo consiste en descubrir algo agradable en todo el mundo.
Qué interesante esta última frase, ¿no? ¿Qué pasaría si todos intentásemos hacer lo mismo?
“—¡Mineko ha quedado primera! ¡Muchas gracias!” Se sentía en deuda con todo el mundo, porque, al igual que muchos japoneses, pensaba que se necesita un pueblo entero para educar a una criatura. Yo no era el resultado de un individuo concreto, sino del esfuerzo de una comunidad: Gion Kobu.
Pienso que nuestra educación infantil recae en la familia, ya sea en el núcleo o en parientes cercanos, y no tanto en la de amigos o vecinos de nuestros padres. Al menos si te has criado en ciudad. Quizá sea distinto en un pueblo, donde el sentido de comunidad está más arraigado.
Y con esta cierro la carta. Es maravillosa. Atención:
Me gustaba soñar despierta. Recuerdo que quería saber los nombres de todos los pájaros, las flores, las montañas y los ríos. Pensaba que bastaba con interrogarlos para que ellos mismos me dijeran cómo se llamaban y no deseaba que los demás estropeasen las cosas proporcionándome esa información. Estaba convencida de que si miraba algo durante el tiempo suficiente, ese algo me hablaría. Y, la verdad, todavía sigo creyéndolo.

¡Gracias por leer! 💌